Sabiéndose muerto




    Cuando  Larry Baxter entreabrió los ojos le parecía que había trancurrido toda una eternidad. Los cerró al instante. Dominado por el dolor. Tenía dificultades al respirar.

    Un lacerante dolor recorría su costado izquierdo.
    Experimentó un súbito frescor en el rostro.
    Como un bálsamo.
    Volvió a abrir trabajosamente los ojos, pero sin conseguir ver nada. Infinitas luces multicolores danzaban a su alrededor.
    Parpadeó.
    Una y otra vez.
    Las luces se fueron eclipsando.
    Y entonces se percató de que toda aquella sensación de angustia de dolor, de náuseas... eran irreales.
    Los muertos no pueden sentir nada.
    Y Larry Baxter, al abrir los ojos, comprendió que estaba muerto.


(Adam Surray, Made in Chicago. Editoral Bruguera, Colección Servicio Secreto, 1975)

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