Edward Sanderson (izquierda) y John Galsworthy (derecha)
a bordo del Torrens en 1893.
Un sábado del verano de 1920 un alumno interno de Elstree, Edouard Roditi, se hallaba practicando el piano en una de las salas del colegio cuando Ted Sanderson se le acercó y le dijo: "Roditi, venga conmigo que le presentaré al señor Conrad. Le encanta hablar francés y tal vez usted pueda acompañarle un rato y complacerle". De familia judía, Roditi tenía entonces diez años y había nacido en París. Sus padres se habían empeñado en enviarlo a Inglaterra a estudiar, pero al pequeño Edouard no le hizo ninguna gracia. Cogía muchos resfriados y se aburría.
Aquel día, durante media hora, el pequeño Edouard, que no tenía ni idea de quién era el tal Conrad, estuvo hablando con él mientras ambos paseaban por los jardines del colegio. Décadas después, convertido en ciudadano americano y en un escritor cosmopolita, recordaría aquel primer encuentro:
"Cuando conocí a Conrad por primera vez le quedaban cuatro años de vida. Era un hombre discreto, cansado. En la conversación me preguntó acerca de mi familia y reiteradamente me dijo cuán afortunado era de hablar tres idiomas, inglés, francés y español. Me contó varias anécdotas de su juventud políglota, ninguna de las cuales recuerdo. Pues un niño recuerda solo aquellas experiencias que le parecen significativas en su momento, y yo era aún demasiado joven para apreciar las reminiscencias de un hombre de letras...".
Roditi plasmaría estos viejos recuerdos en un brevísimo, pero evocador, texto de apenas trece páginas. Meetings with Conrad, impreso en 1977 por The Press of the Pegacycle Lady, de Los Angeles, en una tirada de doscientos ejemplares numerados y firmados por el autor. Una referencia que raramente se incluye en la extensa bibliografía sobre Joseph Conrad.
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