Ir al contenido principal

Un francés en Londres


En Quince días en Londres un caballero francés nos cuenta sus impresiones de una visita a la capital del Reino Unido a finales de 1815. La obra fue traducida anónimamente al castellano y publicada en Barcelona en 1818. Por sus páginas vemos cómo el viajero frecuenta cafés y chop-houses; pasea por parques y jardines; asiste a una función de teatro en Covent Garden; comprueba que el denso y negro humo que emana de la combustión del carbón de piedra, "os obliga a enjabonarse cara y manos como cinco o seis veces al día"; constata el abuso que hacen los londinenses de la palabra comfortable; se aburre en domingo... En fin, lo normal.
Pero hete ahí que un día es convidado a tomar el té en casa de un conocido. Sale pues el francés de la fonda imperial de San Petersburgo, donde se hospeda, y entra en la calle Cheapside. Allí le salen al paso tres muchachas. Una de ellas "me dijo que mi traza era de tener frío, y me ofreció con mucha cortesía, ir a calentarme con ellas en su habitación". El visitante rehúsa el ofrecimiento, no sin antes obsequiarlas con una pieza de tres chelines para que "bebieran a mi salud y a la suya". Enfila luego la calle Holborn, "llena de mugeres de esta clase, que a cada paso me salían al encuentro, y si pude substraerme de sus provocaciones, lo debí a la precipitación con que andaba, que no les daba tiempo de alcanzarme". Llegado a Bloomsbury, "el número de mozuelas no se aflojaba, pero su calidad ya no era la misma". Además, "daban evidentes señales del estado de borrachera en que la mayor parte de ellas se hallaba". Finalmente, entra en la calle Oxford y allí ya puede andar con más tranquilidad.
Un luctuoso suceso tiene lugar la víspera de su partida. Un huésped de la fonda se ha quitado la vida en su habitación, dejando una nota manuscrita que decía: "A nadie se impute mi muerte. Estoy cansado de vivir. ¿Qué cosa es la vida? Trabajar y descansar, comer y dormir. Esta uniformidad me fastidia: quiero ver cosas nuevas."

Comentarios

  1. Qué buena historia, me encanta ese tipo de libros.
    Saludos, y gracias por contarlo.

    ResponderEliminar
  2. Waterloo fue el 18 de junio de 1815.
    "En Quince días en Londres un caballero francés nos cuenta sus impresiones de una visita a la capital del Reino Unido a finales de 1815."
    Dudo que el autor fuese muy objetivo....

    ResponderEliminar
  3. Aun sonaba la melodía de Waterloo, el francés era casi tan aventurero y como el suicida.

    ResponderEliminar
  4. La fecha es bastante indicativa. El viajero francés (del que no sabemos su nombre)tiende a la queja y a comparar, y casi siempre sale perdiendo lo que ve en Inglaterra. Normal en su caso.
    Pero, ¿tuvo lugar, de verdad este viaje? No pondría las manos en el fuego por ello. ¿Existió realmente la fonda imperial de San Petersburgo, y el suicida?
    Saludos y gracias por vuestros comentarios.

    ResponderEliminar
  5. No sé si conoce usted el libro de Ian Buruma 'Voltaire's coconuts, or anglomania in Europe'. Aparte de que no está mal (el subtítulo indica por donde van los tiros), al final ofrece un par de páginas de bibliografía de viajeros en Lodres e Inglaterra muy parecida a ésta que usted cuelga.

    ResponderEliminar
  6. Claro que existió el viaje.
    Y, evidentemente ,no fui muy objetivo con los rosbifs.

    ResponderEliminar
  7. Claudio: No conozco el libro de Buruma, pero tomo nota. El libro me interesa.
    Húsar Carpetovetónico: Cuán callado se lo tenía.
    Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Escritura y moral

  La primera obligación de un escritor es tratar todos los temas con la más elevada, la más digna y la más valiente de las disposiciones (...) El espíritu con el que se aborda un tema, un ingrediente relevante en cualquier tipo de literatura, es de absoluta importancia si hablamos de obras de ficción, reflexión o poesía, pues ahí no solo da color, sino que de por sí elige los hechos; no solo modifica, sino que conforma a la obra (...) No rechazamos una obra maestra aunque estemos preparados para detectar sus defectos; sobre todo, no nos preocupa encontrar sus defectos, sino sus méritos: Por supuesto no hay libro perfecto, ni siquiera en su concepción, pero no hay duda de que hay muchos que hacen disfrutar al lector, que le hacen mejorar en su vida o que le levantan el espíritu (...) En literatura, como en todo lo que hacemos, nunca podemos esperar la perfección. Lo único que cabe es hacer todo lo posible  porque así sea, y para ello solo hay una regla: lo que pueda hacerse despacio no

Simpson

George Gaylord Simpson (1902-1984) George Gaylord Simpson fue sin duda uno de los importantes paleontólogos del siglo XX, especialista en mamíferos fósiles, gran teórico evolucionista y experto lingüista. Después de su muerte, su hija descubrió  entre sus papeles el manuscrito de un relato de ciencia-ficción escrito en los años setenta y titulado The Dechronization of Sam Magruder . Se publicó en 1996, con prólogo de Arthur C. Clarke y epílogo de Stephen Jay Gould. Fue traducido al castellano por María Belmonte y publicado al año siguiente por la editorial Mondadori con el título Entre dinosaurios . El relato de Simpson narra las peripecias de un "cronólogo", Samuel Magruder, que en 2162, y gracias a un proceso de su invención conocido como "descronización", viaja nada menos que ochenta millones de años atrás, o sea, al período cretácico. Magruder es consciente de que es el único humano en un valle poblado de gorgosaurios, celurosaurios, tiranosaurios y otros